Título: La campana de cristal
Autora: Sylvia Plath
Género: Novela, autoficción
Editorial: Random House
Idioma original inglés
Año de edición: 2019
Formato papel
ISBN: 978-84-397-3634-9

Sinopsis
Esta es la historia de una chica que tiene todo lo que una joven puede desear en el Nueva York de los años cincuenta: una carrera prometedora, un pretendiente que estudia medicina y toda una vida por delante. Esther Greenwood ha ganado una beca para trabajar en una revista de moda en la gran ciudad y siente que por fin podrá realizar su sueño de ser escritora. Pero entre cócteles, noches de fiesta y pilas de manuscritos descubre una sociedad que repudia las aspiraciones de las mujeres y su vida empieza a desmoronarse. Esther —alter ego de la autora— se encierra en sí misma, como si estuviera atrapada en una campana de cristal: respirando continuamente el mismo aire viciado y sin posibilidad de escapar.
Opinión
Novela autobiográfica narrada en primera persona
Esta novela, de claro contenido autobiográfico (AVISO: LA RESEÑA CONTIENE SPOILERS), narra el descenso a los infiernos de la protagonista, Esther Greenwood/Sylvia Plath, propiciado por la crisis mental que sufre tras volver de una estancia becada en Nueva York durante la cual trabaja para una importante revista femenina de moda. Narrada en primera persona, la trama consta de tres partes bien diferenciadas.
Tres partes
En la primera se nos cuenta la estancia de la protagonista en Nueva York, que coincide con la ejecución mediante electrocución de los Rosenberg, condenados por traición. En la segunda, tras volver a casa, agotada, incapaz de digerir la intensa y a la vez frustrante experiencia vivida en la gran ciudad, Esther entra en depresión y se intenta suicidar. Por último, se nos cuenta todo el proceso desde el intento de suicidio hasta su recuperación, incluido el paso por diversas instituciones mentales.
El título
Antes de entrar en materia, unas palabras acerca del título de la novela: La campana de cristal hace referencia la opresión que Sylvia Plath sentía al crecer en una sociedad conservadora y patriarcal que ponía trabas a sus ambiciones como escritora, ya que «el destino de una mujer» no podía ser otro que el de esposa y madre de familia. Las pocas que osaban desafiar ese destino y desarrollaban con éxito una actividad profesional o creativa debían sumergirse en un universo casi exclusivamente masculino y se les exigía una renuncia más o menos implícita al amor y, por supuesto, a la maternidad, algo a lo que los hombres nunca se les ha pedido (ni creo que se les pida tampoco en el futuro).
Es como si observaras a través de una campana de cristal a una comunidad que funcionase tan bien como el mecanismo de un reloj y, al levantar la campana, vieras todas las personitas atareadas detenerse de pronto, tomar aire, hincharse y flotar en el flujo —o más bien reflujo— de los horarios establecidos: pobrecillos, asustados, agitando impotentes los brazos en ese viento donde flotan al azar. (…) Y, mientras sigo suspendida en el extraño aire enrarecido del hogar al que he regresado, me pregunto: ¿qué podría hacer?, ¿adónde podría ir?, ¿qué lazos tengo, dónde están mis raíces?
128. Viernes 11 de julio (1952). Diarios completos, Sylvia Plath, Alba editorial, pág 146.
Incompatibilidad entre su ambición personal y su papel como mujer
La incompatibilidad de compaginar su ambición personal con su papel de mujer en una sociedad tan conservadora llegó a su punto culminante cuando Plath y el poeta Ted Hughes se enamoraron y se casaron. Ella aceptó esa unión sin darse cuenta de las profundas implicaciones que ese hecho supondría para el futuro desarrollo de su carrera literaria.
…junto a quien (Ted Hughes) intentó ser la poeta y la mujer del poeta, genio y musa, objeto y sujeto. Fue ingenua y aspiró a una relación entre iguales en el seno de una institución —la heterosexualidad, el matrimonio— que se definía por la desigualdad. De nuevo lo quiso tener todo, resistiéndose a elegir.
La campana de cristal. Pág. 12. Prólogo (Aixa de la Cruz)
¿Fue una ilusa?
Seguramente fue una ilusa al pensar que establecerían una relación entre iguales, algo que en realidad, y por lo que sabemos principalmente a través de los diarios de la escritora, nunca ocurrió. Más bien él se dedicaba únicamente a componer su poesía y Plath a todo los demás (cuidado de la casa, hacerle de secretaria y, solo en los ratos libres que le quedaban, dedicarse a su propia obra).
El éxito de Hughes
De hecho, hay opiniones muy fundamentadas a favor de que gran parte del éxito como poeta de Hughes se debió a la diligencia de Plath para enviar sus poemas a diversas revistas y concursos, ya que en ese sentido él siempre mostró descuido y falta de interés. El hecho de que Hughes fuera mucho más reconocido como poeta que Plath en aquel momento hizo que sintiera, a su pesar, celos profesionales de su marido.
No se puede desligar la biografía de Plath de La campana de cristal
Por otra parte no hay que olvidar que, aunque los hechos narrados suceden en 1953, la novela fue escrita en los meses inmediatos al suicido de Plath (al mismo tiempo que componía el poemario Ariel), cuando Hughes ya la había abandonado por Assia Wevill, dejando a los dos hijos de la pareja a cargo de ella. Assia también se suicidaría unos años más tarde del mismo modo que Plath, aunque a diferencia de Plath, que se cuido muy bien de mantener a sus hijos a salvo, Assia se llevó a su hija Shura a la tumba con ella. El trágico final de estas dos mujeres dice poco en favor de la faceta de Hughes como pareja (o era el hombre con peor suerte del mundo o, igual, la forma en que las trató mientras estuvo con ellas tuvo algo que ver con el suicidio de ambas). Todos estos hechos me parecen relevantes a la hora de analizar la novela, resultando imposible separar el momento vital en el cual la autora la escribió de los hechos narrados.
Esther llega a Nueva York
En el momento de su llegada a Nueva York, Esther nos hace participes de su ambición por llegar a convertirse en una gran escritora, así como del poco interés que muestra en llevar en el futuro una vida convencional como esposa y madre dedicada en exclusiva al cuidado del hogar. En ese sentido, ve la beca en la revista como una gran oportunidad de conocer el mudo editorial. Sin embargo, vemos como poco a poco, ese entusiasmo se transforma en una gran decepción, al mismo tiempo que hace que todas sus contradicciones internas afloren a la superficie: por un lado siente que no le interesa nada ese mundo frívolo en el que se halla inmersa y por otro se deja deslumbrar por él.
Así comienza la novela:
Fue un verano raro, tórrido, el verano en que electrocutaron a los Rosenberg, y yo no sabía que había ido a hacer a Nueva York.
La campana de cristal. Pág. 19
Unas líneas más abajo Plath añade:
No tenía nada que ver conmigo, pero no me quitaba de la cabeza qué se sentiría, cuando te queman viva por dentro.
la campana de cristal. pág. 19
Electrocución y electroshock
Con este inicio la autora liga el proceso seguido contra este matrimonio y su posterior ejecución mediante la silla eléctrica a los tratamientos de electroshock a los que ella fue sometida a consecuencia de su depresión, que nos describe de esta manera tan escalofriante:
Se hizo un breve silencia, como una respiración contenida. Entonces algo cedió y se apoderó de mí y me sacudió como si fuera el fin del mundo. Piii-iii-iiii-iii, aullaba, a través de un aire cargado de luz azul, y con cada fogonazo una gran sacudida me machacaba hasta que creía que se me rompían los huesos y la vida abandonaba mi cuerpo como la savia de un tallo roto.
la campana de cristal. pág 162
El Dr. Gordon le aplica el tratamiento en un hospital público sin ningún tipo de sedación, lo cual le provoca un trauma tan tremendo que la lleva a afirmar con rotundidad que antes de volver a someterse de nuevo a él, prefería el suicidio. Posteriormente, la Dra. Nolan le administraría también un tratamiento similar (en una institución privada, costeada por su benefactora), pero en unas condiciones mucho más aceptables.
La enfermedad mental poco estudiada
Hay que tener en cuenta, que en aquel momento la enfermedad mental todavía era poco conocida y además no se contaba con la cantidad de fármacos existentes hoy día que son de gran utilidad, sino para la curación, al menos para el control de los síntomas. Sin embargo, el electroshock o terapia electroconvulsiva todavía se sigue utilizando, aunque de manera bastante minoritaria y mucho más reglada y cuidadosa de lo que se hacía en los años 50 del siglo XX.
No puede ser casualidad: más escritoras con trastornos mentales
Por otro lado, si echamos un vistazo a las mujeres que acompañan a la protagonista en el psiquiátrico, nos damos cuenta de que muchas de ellas enferman porque están obligadas a adaptarse a una sociedad que también está enferma. Es el encorsetamiento al que las someten el que las hace enfermar. No puede ser casualidad que además de Sylvia Plath —que según parece podría haber padecido trastorno bipolar—, escritoras tan relevantes como Charlotte Perkins Gilman (1860-1935) —depresión posparto—; Charlotte Mew (1869-1928) —permaneció soltera por miedo a transmitir la enfermedad que afectó a su padre y algunos de sus hermanos—; Zelda Fitzgerald (1900-1948) —fue internada en un sanatorio de Francia, donde le diagnosticó esquizofrenia—; Anne Sexton (1928-1974) —también padeció depresión posparto y trastorno bipolar—; Susanna Kaysen (1948- ) —trastorno límite de la personlidad—; Unica Zürn (1916-1970) —esquizofrenia—; Valerie Valere (1961-1982) —anorexia—; Alejandra Pizarnik (1936-1972) —depresión y adicción a anfetaminas—; Janet Frame (1924-2004) —estuvo a punto de ser lobotomizada— sufrieran también el estigma de la enfermedad mental y pasaran temporadas recluidas en psiquiátricos. Muchas de ellas, al igual que Plath, terminaron suicidándose. Hasta qué punto las circunstancias vitales de todas estas mujeres fueron un detonante o un agravante de sus trastornos mentales es difícil de decir de manera retrospectiva.
Camille Claudel y Catherine Hogarth
A esta larga lista de nombres cabría añadir algún otro más, como el de Camille Claudel, amante de Auguste Rodin y también escultora de gran talento (en un claro paralelismo con la pareja Hughes-Plath), que acabó sus días internada en un psiquiátrico, después de sufrir una crisis al ser abandonada por el afamado escultor. Al internamiento de por vida no fue ajeno a su hermano Paul Claudel, quien vetó su salida, además de prohibirle recibir visitas en un acto final de suma crueldad, a pesar de haber mostrado claros signos de recuperación (porque sí, porque hasta hace prácticamente nada, los hombres podían recluir en psiquiátricos a las mujeres que les estorbaban, bastaba con llamarlas «locas»). Como muestra de ello, me remito al caso de Catherine Thompson Hogarth, la esposa de Charles Dickens.

Camille se muestra arrodillada y suplicante ante su ruptura con Auguste Rodin
Charles Dickens, ¿misógino?
Tras darle diez hijos y soportar varias infidelidades a lo largo de más de 20 años de matrimonio, estuvo a un tris de acabar en internada en un manicomio a petición de su marido. Aunque al final un médico descartó que ella sufriera ningún trastorno mental, lo que frustró el deseado internamiento (por parte de Dickens, claro), tuvo que pagar un alto precio por la separación del escritor, ya que fue expulsada de su hogar y apartada de sus hijos. Mención aparte merece la imagen totalmente distorsionada que Dickens dejó de ella para la posteridad como «débil, incapaz y culpable de la infelicidad del matrimonio», imagen que ha persistido casi hasta el momento actual, refutada a partir de la publicación de The Other Dickens: A Life of Catherine Hogarth, de Lillian Nayder en 2010. En 2019 el investigador John Bowen descubrió unas cartas de Catherine en la Universidad de Harvard que confirman plenamente las investigaciones de Nayder.
Vuelta a La campana de cristal
Volviendo a la novela, además de la amplia crítica social sobre el papel de las mujeres y el macartismo (puesto de relieve por la mención al juicio y posterior ejecución de los Rosenberg), en La campana de cristal podemos observar también un profundo cuestionamiento a los médicos, fundamentalmente varones, y la medicina del momento, muy lesiva para la salud y los intereses de las mujeres:
Después Buddy me contó que estaba bajo los efectos de una droga que la haría olvidar que había sufrido ningún dolor y que cuando maldecía y gemía no se enteraba de nada, porque estaba en una especie de sueño crepuscular.
la campana de cristal. pág. 84
Es lo que nos cuenta Esther cuando Buddy, su novio y estudiante de medicina, la lleva a ver un parto, para añadir a continuación:
Pensé que sonaba exactamente a la clase de droga que inventaría un hombre.
la campana de cristal. pág.84
Posteriormente Esther rompe con él a causa de su hipocresía, ya que mientras alaba la pureza y castidad de ella, mantiene relaciones con otras mujeres haciendo gala del doble rasero en materia sexual tan típico de la época (ambos episodios son rememorados por la protagonista en forma de flashback, ya la pareja en realidad ya ha roto la relación cuando Esther va a Nueva York).
Conclusión final
Tengo que confesar que me ha costado mucho escribir esta reseña por la cantidad de temas que quería tratar y a pesar de ser consciente de que hay aspectos de la novela por los que he pasado de puntillas, termino ya diciendo que La campana de cristal nos adentra en una parte de la biografía de Sylvia Plath a través de las vivencias de la protagonista y en una época que podría parecer ya superada. Sin embargo:
…el texto trasciende los exotismos estéticos de los años cincuenta, viaja al presente como una corriente eléctrica y nos interpela de tú a tú, sin mediaciones.
la campana de cristal. pág 10. prólogo (aixa de la cruz)
En definitiva, si quieres conocer la figura de Sylvia Plath, una de las poetas más grandes del siglo XX, debes leer esta novela, que pese a lo escabroso de los temas que trata, está narrada de forma fluida y amena y no exenta en muchas ocasiones de ironía y cierto sentido del humor un tanto cínico. Sylvia huye del tremendismo por mucho que lo que nos cuenta son situaciones y hechos en ocasiones muy dramáticos.