El ajetreo de la vida, las preocupaciones, la indolencia, qué se yo, llevaba muchísimo tiempo sin escribir un poema, pero hoy se ha producido este pequeño milagro y me he acordado de que soy poeta y he compuesto este poema dedicado a la lluvia.

Si al menos lloviera
aunque tan solo fuera
sobre el patio trasero de mi corazón
ahí donde arrumbo los rencores que me estorban,
que me lastran y me impiden ser un alma pura,
quedaría vivificado, dispuesto, joven de nuevo,
sin el resabio de los años vividos.
Si al menos lloviera
aunque tan solo fuera
sobre mis resquebrajados labios
el agua se llevaría consigo este polvo que me ahoga
y mi voz ahora pastosa, apenas un murmullo, se volvería clara,
audible y serena y podría decir con orgullo
mi oración laica, mi oración a la vida.
Si al menos lloviera
aunque tan solo fuera
sobre mis manos ya tan inútiles y cansadas,
el agua fresca les devolvería el vigor de los años pretéritos
la fuerza de sus caricias, la vanidad de sus actos,
la pericia perdida, la fineza de sus rasgos,
y las pondría al servicio de mil causas perdidas.