Se acabó el curso de novela

El curso de Novela II acabó en junio. Sin embargo, por motivos que no vienen al caso, la despedida se pospuso hasta el sábado día 3 de agosto. Quedamos Manoli, Lola y yo, las alumnas más festeras, con Begoña, la profe. De los dos chicos de la clase, Pedro y Álex, ni rastro, que parece que son un poco tímidos. Jaqueline no estaba disponible y Paola tenía cosas mejores que hacer esa noche, de modo que faltó a la cita con el beneplácito general.

La Montanyeta

Habíamos quedado cerca de la Montanyeta, una de las plazas emblemáticas de Alicante para ir de tapeo. La oferta en la zona es amplísima, pero como una servidora no controla mucho, se dejó guiar por las amigas. Al final terminamos en el Capri. La cosa pintaba bien, el sitio parecía agradable y pedimos la carta. Como no veía los alérgenos, se lo comenté al camarero que me trajo la carta para «los raritos» como yo donde vienen pormenorizados.


El Capri

Al principio no daba crédito a lo que veían mis ojos. La carta entera plagada de espigas de color naranja, que indica que los platos en cuestión contienen gluten y no son aptos para celiacos. Las únicas opciones seguras plancha y vapor. Y bueno, también algunas especialidades de huevos rotos, cuyas patatas no van fritas (y tengo que decir que más valdría que lo hubieran estado porque fue lo que menos nos gustó con diferencia de todo lo que tomamos). El derroche de creatividad me dejó perpleja.

Malditas patatas fritas

La mayoría de platos «no aptos», montaditos aparte, era por el tema de las patatas, ya que las hacen en la misma freídora que las croquetas y otros rebozados. En vista del panorama le pregunté al camarero si era posible que me adaptara algún plato, lo que hubiera significado, por ejemplo y entre alguna otra cosa, hacer nuestras patatas en una sartén con aceite limpio o servirme algún montadito con la mezcla sola, sin el pan. Es algo habitual, por suerte hay muchos restaurantes que lo hacen sin ningún problema. Para mi sorpresa me dijo que no. Que lo que había en la carta era lo que podía servir. O lo que es lo mismo: «ajo y agua». Llegó a decirme que podía pedir un pescado a la plancha. Amablemente le expliqué que había salido para tapear con mis amigas y que me apetecía compartir los platos con ellas (sin importarme que alguno en concreto no lo pudiera tomar, cosa que me sucede a menudo).

La decepción

Me quedé muy decepcionada por la actitud del camarero, que según me dijo era solo un «mandao». Si hubiera ido yo sola en ese mismo momento me hubiera levantado para buscar otro restaurante más sensibilizado con el problema de las alergias e intolerancias alimentarias. Pero iba con más gente y no se trataba de amargarle la noche a mis acompañantes. Antes de proseguir con mi crónica, he de decir que cerveza sin gluten sí tenían y ahí se apuntaron un pequeño un tanto, que compensó un poco el balance negativo de la noche.

Al final, si no recuerdo mal tomamos escalibada, calamar a la plancha, mejillones al vapor, los citados huevos rotos que fue el plato más flojo de todos, y para terminar un solomillo también para compartir, que yo me comí sin probar las susodichas patatas de la discordia. Mis amigas, además, compartieron una ración de patatas bravas que yo no probé por las razones ya explicadas. Para ser honesta tengo que reconocer que todo los que pedimos estaba muy bueno ( a excepción de los huevos, como ya he señalado).

En definitiva y para concluir. ¿Cené bien? Sí. ¿Quedé satisfecha? A medias. ¿Compensó la cerveza sin gluten el desaguisado? La verdad y por mucho que me guste esta bebida, no. En definitiva un sitio al que no volvería por la solución deficiente que me dieron en el tema del gluten.