Día de elecciones

Hoy que los españoles volvemos a las urnas, tengo un momento de sosiego en mi ajetreada vida para retomar este diario, un tanto abandonado muy a mi pesar, y hacer una pequeña reflexión.
Mucho y nada ha pasado desde la anterior cita electoral del 28 de abril
Mucho y nada ha pasado desde la anterior cita electoral del 28 de abril. El gobierno progresista que muchos deseábamos no pudo ser y estamos de nuevo ante la disyuntiva de elegir a nuestros representantes para el Congreso y el Senado. Sé que la desilusión y el hastío están presentes en una gran parte del pueblo, yo misma incluida. Pero me gustaría que este desencanto no nos hiciera perder la perspectiva y que toda la ciudadanía fuera consciente de los mucho que nos jugamos en este día.
Nos jugamos seguir avanzando como país
Nos jugamos seguir avanzando como país o involucionar hasta extremos que los más jóvenes ni siquiera podrían imaginar. Nos jugamos la libertad y la democracia más que nunca. No me gusta el alarmismo, pero esto se convierte en realidad cuando hay un partido político que está pidiendo la ilegalización de otros simplemente porque tiene un ideario diferente del suyo y amenaza en TV con meter a sus dirigentes en la cárcel si llegara a gobernar.
Nos jugamos seguir avanzando en feminismo, cuando hay partidos políticos que siguen repitiendo como un mantra que la violencia de género no existe. Como si el enorme número de mujeres muertas a manos de su parejas o exparejas no hubiera superado ya con creces el de las víctimas de la sangrienta ETA.
Nos jugamos la sanidad y la educación públicas
Nos jugamos la sanidad y la educación públicas, que los sectores liberales quieren matar de inanición negándoles los recursos que necesitan para prestar sus servicios a la población de manera digna. Nos jugamos también las pensiones de nuestros mayores (y las nuestras como resulta obvio) y por qué no decirlo: el futuro de nuestros hijos.
Me gustaría que votásemos a favor
Por todo lo anterior me gustaría también que votásemos a favor de lo que creemos que convertiría a España en un país mejor para nosotros mismos, para nuestros mayores, para nuestros descendientes y para toda la población en general. Un país que avance en lo social, donde tengan cabida la libertad y la tolerancia. Un país que respete a las mujeres como iguales en sus derechos a los hombres. Un país que no persiga a nadie por tener un color de piel o un origen diferente y en el que la religión y la tendencia sexual de cada uno solo importe en la intimidad. Solo hay que creer que ese país es posible.
Dejad el despecho en casa
Por el contrario y ya para terminar, no me gustaría que se votase por odio ni en contra de nadie. El despecho, por favor, dejadlo en casa, porque no nos ayudará a tomar una buena decisión. Recordad, hoy decidimos qué país queremos. Queramos el mejor.