Avelina Chinchilla

Escritora

La anomalía-Reseña

Título: La anomalía

Autor: Hervé Le Tellier

Género: Novela, ciencia-ficción, distopía

Editorial: Seix Barral

Idioma: Español

Año de edición: 2021

Formato papel

ISBN: 978-84-322-3792-8

Sinopsis

Tres meses más tarde, y contra toda lógica, un avión idéntico, con los mismos pasajeros y el mismo equipo a bordo, aparece en el cielo de Nueva York.

El 10 de marzo de 2021 los doscientos cuarenta y tres pasajeros de un avión procedente de Paris aterrizan en Nueva York después de pasar por una terrible tormenta. Ya en tierra, cada uno sigue con su vida. Tres meses más tarde, y contra toda lógica, un avión idéntico, con los mismos pasajeros y el mismo equipo a bordo, aparece en el cielo de Nueva York. Nadie se explica este increíble fenómeno que va a desatar una crisis política, mediática y científica sin precedentes en la que cada uno de los pasajeros acabará encontrándose cara a cara con una versión distinta de sí mismos.

Opinión

Ciencia-ficción, distopía

La anomalía es una novela difícil de clasificar. Quizá lo que más le cuadre sea la ciencia-ficción o la distopía. Partiendo de esta premisa tan interesante, la aparición de un avión con su tripulación y todos sus pasajeros duplicados tres meses después de su aterrizaje «oficial» en Nueva York, surge todo un despliegue de políticos, militares, agentes de inteligencia, científicos, filósofos y religiosos reclutados por diversas agencias gubernamentales para tratar de buscar una explicación plausible a este fenómeno tan singular, primero en secreto y cuando, de manera inevitable, los hechos trascienden, ante la opinión pública. De entre todas las hipótesis surgidas hay una que cuenta con más partidarios (que obviamente no voy a desvelar), aunque tengo que decir que también es la más desconcertante.  

Le Tellier nos ofrece una galería de personajes enfrentados a esta extraña situación

Por otra parte, Le Tellier nos ofrece una galería de personajes enfrentados a esta extraña situación, cada uno de los cuales arrastra su pasado, sus traumas, sus conflictos, sus miedos, sus ilusiones… Algunos de ellos no tendrán ningún problema en compartirlo todo con sus dobles, mientras que para otros no dejarán de constituir una amenaza. Entre los pasajeros de la segunda aeronave tampoco faltarán aquellos quienes contemplen los tres meses de desfase entre ellos y sus otros «yo» como una nueva oportunidad, como un punto de inflexión para enmendar errores del pasado.

El final no es rutilante, pero tampoco decepciona

Bien, hablemos del final. Cuando una novela de intriga que encarna cierta complejidad en su trama (y esta lo es, no cabe duda) me engancha, siempre hay un miedo que se me presenta: ¿estará el final a la altura del planteamiento inicial? Pues no han sido pocos los desenlaces que me han decepcionado a lo largo de mi vida. En esta ocasión tengo que decir que, si bien no es rutilante, tampoco decepciona. Eso sí, Le Tellier se podía haber ahorrado el jeroglífico final (los que hayan leído la novela saben a qué me refiero, los que lean lo averiguarán), el cual he sido incapaz de descifrar y que no es en absoluto necesario para entender el desenlace.

Lo que más me ha gustado

La anomalía es una novela imaginativa, plagada de citas (e ingeniosas autocitas de un libro titulado La anomalía que escribe un personaje de la propia novela llamado  VíctØr Miesel), ironía, frases inteligentes y fino sentido del humor, sin descender nunca a lo ramplón. Estas virtudes  han hecho que la devorase en apenas tres días.  Como muestra:

El pesimista de verdad sabe que ya es demasiado tarde para serlo.

La existencia precede a la esencia, y de largo.

Ningún autor escribe el libro del lector, ningún lector lee el libro del autor. A lo sumo pueden coincidir en el punto final

La anomalía, VíctØr Miesel

Todos los vuelos tranquilos se parecen, pero cada vuelo turbulento lo es a su manera.

La anomalía, hervé le tellier, pág.53

réplica de:

Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera

ana karenina, l. tolstoi, frase inical.

que aparece en otra  novela francesa: La elegancia de erizo de Muriel Barbery. Conclusión, a los escritores franceses les gusta citar a Tolstoi (permitidme la licencia, es broma).

Lo que menos

Pero no todo me ha gustado en La anomalía, por qué no decirlo. Peca de un exceso de teorías científicas o pseudocientíficas (mis limitados conocimientos de ciertas materias me impiden saber si algunas de dichas teorías tienen realmente una base científica sólida, aunque otras probablemente sí), siglas y anglicismos innecesarios, siempre en mi opinión, que ralentizan el ritmo. Por otra parte, la abundancia de personajes cuyas historias no son todas igual de interesantes, impide que sean tratados con la suficiente profundidad. En muchos casos se quedan en simples banalidades o anécdotas.

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?

A pesar de estas objeciones finales me parece una novela muy interesante, más allá de que sea entretenida, porque invita a filosofar sobre los orígenes del mundo y de la humanidad misma. «¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?» son las eternas preguntas que la novela de Le Tellier deja en el aire.

En el café Concordia (de La llama de la soledad)

Las casualidades de la vida

Sucede pocas veces que se describe un lugar ficticio en una novela y de repente entras en un local y te encuentras con que aquello describiste a tu conveniencia para la ficción existe casi idéntico en la realidad. Pues eso mismo me sucedió el sábado pasado, estando de firma en la ciudad de València, a la que tanto cariño le tengo.

Existe casi como tal y como lo imaginé

Entré en un céntrico café de la ciudad y me encontré con esta decoración, de la cual os ofrezco un collage y que era casi tal cual, yo la había imaginado. No tengo que decir que el susodicho café ni se llama Concordia, como en mi obra, ni está situado en el barrio del Carmen como yo lo ubiqué, pero responde con creces a mis expectativas.

A continuación tenéis el fragmento donde aparece:

Hacía tiempo que no iba por allí y me encontré con un local irreconocible. No quedaba ni rastro del Concordia que yo conocía, un café del montón con una decoración algo anticuada y que si por algo había destacado en el pasado, además de por su excelente ubicación en pleno barrio del Carmen, había sido por la simpatía de los camareros y por el buen café que en él se servía. Por el contrario, aquella tarde me encontré con un local lleno de glamur y en el que en cada rincón se rendía homenaje a los grandes actores del cine clásico de Hollywood. Según me dijo Carlos, la reforma integral había sido obra del nuevo dueño, que por lo visto era un gran cinéfilo. En cuanto me acostumbré a la escasa luz pude advertir a un Paul Newman en plenitud que no me quitaba su magnética mirada de encima desde la pared del fondo. Al lado de Newman, una arrebatadora Marilyn hacía también ojitos al público masculino. En una de las paredes laterales lucían palmito Ingrid Bergman y Humphrey Bogart en una de las escenas finales de Casablanca, secundados a poca distancia por Clark Gable y Vivien Leigh en Lo que el viento se llevó. Ahora mismo no los recuerdo a todos, pero había muchos, muchos más y yo estaba disfrutando como una loca de aquel nuevo ambiente tan cinematográfico. Sin embargo, las palabras de Carlos me sacaron de mi abstracción.

La llama de la soledad

Vientos de octubre

El otoño tiene siempre un toque nostálgico y a mí me da por escribir algún poema que otro. Aquí va una pequeña muestra.

En el breve crepúsculo

los vientos de octubre

despeinan

la quietud de mis versos.

Arremolinan las palabras

las agitan en un caos

de nubes y lluvia fina.

Si al menos lloviera

El ajetreo de la vida, las preocupaciones, la indolencia, qué se yo, llevaba muchísimo tiempo sin escribir un poema, pero hoy se ha producido este pequeño milagro y me he acordado de que soy poeta y he compuesto este poema dedicado a la lluvia.

Si al menos lloviera

aunque tan solo fuera

sobre el patio trasero de mi corazón

ahí donde arrumbo los rencores que me estorban,

que me lastran y me impiden ser un alma pura,

quedaría vivificado, dispuesto, joven de nuevo,

sin el resabio de los años vividos.

Si al menos lloviera

aunque tan solo fuera

sobre mis resquebrajados labios

el agua se llevaría consigo este polvo que me ahoga

y mi voz ahora pastosa, apenas un murmullo, se volvería clara,

audible y serena y podría decir con orgullo

mi oración laica, mi oración a la vida.

Si al menos lloviera

aunque tan solo fuera

sobre mis manos ya tan inútiles y cansadas,

el agua fresca les devolvería el vigor de los años pretéritos

la fuerza de sus caricias, la vanidad de sus actos,

la pericia perdida, la fineza de sus rasgos,

y las pondría al servicio de mil causas perdidas.

De color de amapola, reseña

Después de bastante tiempo, hoy vengo con una nueva reseña. Hablamos sobre De color de Amapola, primera novela de Lola Alemany.

Título: De color Amapola

Autora: Lola Alemany

Género: Novela histórica

Editorial: Cuadranta

Idioma: Español

Año de edición: 2022

Formato papel

ISBN: 978-84-18756-64-1

Sinopsis

De color de amapola es una novela en la que se entretejen dos tramas

De color de amapola es una novela en la que se entretejen dos tramas: la de los brigadistas internacionales en Albacete, donde tuvieron su cuartel general, y la de una mujer que lucha por la exhumación de los restos de su abuelo. Es una novela en la que se relatan acontecimientos que se desconocen en torno a estas unidades militares de voluntarios internacionales en España.

Las dos mujeres que comparten el nombre de Encarna

Las dos mujeres que comparten nombre —Encarna, como si una «encarnara» o fuese el reflejo en el tiempo de la otra— están acompañadas por otros personajes inolvidables, como son las tres traductoras-intérpretes que llegan voluntarias a Albacete desde distintos países —Elisa, francesa, Eyleen, inglesa, y Gina, argentina de origen ruso—, o Gloria, abogada uruguaya, y Rosa María, bibliotecaria albaceteña.

El texto ha sido escrito tras un largo y meticuloso proceso de documentación

El texto ha sido escrito tras un largo y meticuloso proceso de documentación que no interfiere en el desarrollo de la acción. Una novela amena, con un buen ritmo narrativo, que está dirigida a público juvenil y adulto indistintamente, en la que enseguida nos encontraremos envueltos en fascinantes descubrimientos sobre nuestro presente y pasado más reciente.

Opinión

Novela histórica ambientada en la Guerra Civil

De color de Amapola es una novela histórica ambientada en la Guerra Civil Española. La mayor parte de su trama trascurre en la ciudad de Albacete, donde estuvieron concentradas las Brigadas Internacionales durante buena parte del conflicto bélico. Lola Alemany, en la que es su primera novela, nos cuenta la historia de tres brigadistas reclutadas como intérpretes —Elisa, francesa de padres españoles; Gina, argentina de origen ruso y Eyleen, de nacionalidad británica— y la relación que establecen con Paco, abuelo de Encarna —la protagonista— y chófer oficial de André Marty —dirigente del Partido Comunista Francés— encargado por la Internacional Comunista de reclutar y organizar a las Brigadas.

Historia de tres brigadistas reclutadas como intérpretes y la relación que establecen con Paco, abuelo de Encarna

La novela cuenta con dos tramas, la ya mencionada que transcurre durante la contienda civil y que está narrada en tercera persona y la otra situada en la época actual narrada en primera persona por Encarna. Ambas tramas quedan hábilmente hilvanadas cuando Encarna, en un momento de crisis personal y en contra de la opinión de su madre —hija menor de Paco a quien no llega a conocer— y de su marido decide emprender la búsqueda de los restos de su abuelo encarcelado y desaparecido al terminar la guerra.

A través de los brigadistas observamos cómo el ambiente pasa del optimismo y fervor inicial al desencanto

A través de los brigadistas observamos cómo el ambiente pasa del optimismo y fervor inicial al desencanto primero y más tarde al pesimismo más absoluto. De frases como

España sería la tumba del fascismo

página 47

o la conocida

No pasarán

página 63

que claman las multitudes cuando las Brigadas entran en Madrid, se pasa al desánimo, tras ser conscientes de la descoordinación imperante en el frente:

No se puede ir a la lucha de esta manera. Recibimos cintas de munición que eran de otro calibre No se puede mandar a la gente así sabiendo que van a morir en cuanto les comiencen a disparar

página 165

le dice un brigadista a otro, ambos convalecientes en el hospital de campaña habilitado en un hotel de Benicàssim.

La crueldad y falta de escrúpulos de André Marty

La crueldad y falta de escrúpulos del máximo dirigente de las Brigadas, André Marty, tampoco invita al entusiasmo:

Ella (Elisa) había sido testigo de cómo él (André Marty) había dado el visto bueno a lo que se denominaban compañías de pioneros y de castigo. A los brigadistas encarcelados les prometían la libertad a cambio de combatir en primera línea durante un corto periodo de tiempo. Esas eran las compañías de pioneros. Aquello era una enorme trampa. Pocos salían de allí con vida. Las compañías de castigo eran cuerpos adiestrados que se mantenían en la retaguardia y cuya función era impedir el retroceso de los pioneros abriendo fuego directamente sobre ellos, matándolos si era preciso, de un pistoletazo en la nuca.

página 190

No vacilé y ordené las ejecuciones necesarias (…) Las ejecuciones ordenadas por mí no pasaron de quinientas»

página 239 (nota al pie)

declaraciones del propio Marty recogidas por la autora.  Por último, el derrotismo hace mella total en las Brigadas cuando las tropas republicanas son vencidas en la batalla de Teruel y comienza la retirada.  Todo el mundo se da cuenta de que es el punto de inflexión antes de la derrota final.

Excelente caracterización de los personajes

La novela parte de una amplia y exhaustiva documentación. También encontramos una excelente caracterización de los personajes: por supuesto, Encarna con su crisis de los cuarenta —que es la que la incita a indagar en los secretos familiares y buscar a su abuelo, sobre el cual la familia siempre mantuvo un espeso y doloroso silencio—,  pero también la vivaracha Gina, a la que parece que estas oyendo hablar con su peculiar deje argentino, la misteriosa Eyleen, Elisa con su compromiso y su seriedad, Paco tan circunspecto, ambas Marías, la esposa de Paco siempre en un segundo plano y María hija, madre de Encarna, tan conformista con el destino de su padre, Encarnita —la tía de Encarna, hija mayor de Paco y María, personaje fundamental, ya que a través de ella se enlazan las dos épocas—, etc.

De color de amapola el alma tengo, verso de Miguel Hernández

Especial ternura me ha provocado un personaje secundario que apenas aparece, Hipólito, joven enfermizo compañero de celda de Paco y que parece un reflejo del propio Miguel Hernández, también encarcelado y fallecido de tuberculosis en la cárcel de Alicante, de cuyo poema «Sino sangriento» toma el título la novela (pág. 7).

De sangre en sangre vengo,

como el mar de ola en ola,

de color de amapola el alma tengo,

de amapola sin suerte es mi destino,

y llego de amapola en amapola

a dar en la amapola de mi sino.

Miguel Hernández, Sino sangriento

Drama humano

Además de adentrarnos en el drama humano por el que pasan Encarna y su familia, similar al de tantas y tantas familias españolas del bando perdedor, De color de amapola es imprescindible para comprender esta parte de nuestra historia bastante desconocida. 

Esperanza

Como cada noche, desde hacía ya tantos meses

Como cada noche, desde hacía ya tantos meses que ni lo recordaba, Carlos encendió la vela con ese olor a lavanda que a Esperanza tanto le gustaba. Ella se palpó la oquedad en la que antes habitaban sus senos, ese vacío que todavía le dolía a rabiar y al que pensaba que jamás podría llegar acostumbrarse. Él la agarró por la cintura y tras besarla en el cuello, hizo acopio de fuerzas para encajar el enésimo rechazo de su mujer. Por otro lado, tuvo un pálpito de esperanza, un leve soplo de optimismo que le decía que quizás esa noche algo podría cambiar en el rictus pétreo y doloroso que permanecía en el rostro de su esposa desde la operación. Él tampoco conseguía acostumbrarse a esa expresión desolada que, a pesar de que no le restaba ni un ápice de belleza, la hacía distante e inalcanzable para él. Le dolía verla así día tras día. Le dolía la tristeza de ella, del mismo modo que a ella le dolía la mutilación de la que había sido objeto su cuerpo.

Te quiero, lo sabes…

Entonces, lleno de ternura le susurró al oído: «Te quiero, lo sabes…. Te amaré siempre ¡Pase lo que pase! Tú eres mi princesa, mi amazona… ¡Entérate bien! ¡Nada podrá cambiar eso…!». Y ella recordó pensativa, sumida todavía en una pena infinita, cómo le contó una hermosa mañana de verano que los bulto que se había encontrado en los pechos unos días atrás era mucho más que unos simples bultos; cómo a él se le había atragantado la magdalena que mojaba en el desayuno; cómo el rostro de su marido palideció de repente; cómo las lágrimas de ella se mezclaron con el regusto a café al preguntarse en silencio por qué le había tocado a ella; cómo se prometieron entonces luchar juntos tras aceptar que no había otra salida más que vencer o morir.

Ninguno había llegado a cumplir aquella promesa

Sin embargo, ninguno llegó a cumplir aquella promesa. Era verdad que habían luchado con uñas y dientes contra aquel mal que, como una sombra, se había  abatido sobre ellos, sobre su recién iniciada vida en común, sobre su felicidad anhelada, convirtiéndola casi en una quimera imposible, sobre sus sueños, que quedaron destrozados a partir de aquel fatídico día. Habían luchado, sí, pero cada uno por su lado; habían jugado al escondite con el dolor propio y del otro y aquello había devastado su intimidad mucho más que la enfermedad misma.

Fue como revivir el primer beso

Esperanza se dio cuenta por fin de que limitarse a acompañar su respectiva soledad, sin compartir la angustia que la provocaba, había sido una tremenda equivocación y de repente quiso derribar el muro invisible que los había tenido separados y atenazados durante tanto tiempo. Volvió el rostro hacia Carlos y lo beso en la boca, tímida primero, luego con  ardor, con  desesperación también. Fue como revivir el primer beso que se dieron tanto tiempo atrás y volvió a llorar como lo había hecho tantas veces antes, pero el sabor de las lágrimas ya no lo sintió amargo. Ahora era liberador y vivificante. Las lágrimas se  le mezclaron con los besos, avivando el deseo dormido y un rayo de esperanza volvió a iluminar la alcoba hasta entonces permanecía sombría.

Sinonimia, antonimia, homonimia, paronimia y polisemia

Se me ha ocurrido empezar una nueva sección en mi blog (a la que he llamado apuntes de lengua) con algunas nociones básicas acerca del lenguaje, en su extensión más amplia, y voy a empezar por estos palabros que aparecen en el título (por favor, que no cunda el pánico). Trataré de definir estos términos y explicar cómo podemos sacarles el mejor partido a la hora escribir o preparar nuestras exposiciones orales.

¿Pero qué significan estas palabras? ¡Empecemos!

Sinónimos

La sinonimia consiste en el empleo intencionado de vocablos o palabras de significación idéntica o similar a las que denominamos sinónimos.

Los sinónimos, por tanto, que son palabras con el mismo significado, pero, ¡ojo!, no siempre pueden intercambiarse al cien por cien entre sí, ya que pueden presentar una cierta diferencia de matices. Por lo tanto, al elegir un sinónimo debemos tener en cuenta el contexto en el cual se utilizará.

En un diccionario de sinónimos podrían aparecer como tales las siguientes palabras y expresiones: morir, fallecer, estirar la pata y pasar a mejor vida. No obstante, ningún hablante nativo utilizaría en un contexto formal la expresión estirar la pata;

mª Ángeles sastre

Lo mismo cabría decir de los vocablos tripas e intestino, que también son sinónimos. Sin embargo, a nadie que conociera bien el idioma se le ocurría hablar en un contexto médico/formal de las tripas.

Así mismo, hay que tener en cuenta que una misma palabra puede tener significados muy diferentes según el país o zona. Por ejemplo, mono/a (además del animal mamífero, acepciones n.º 5 y n.º 12 en el diccionario de la RAE) sabemos que es un adjetivo que significa agradable o bonito referido a personas (acepción n.º 1) o cosas (acepción n.º 2), pero también puede significar en algunos países como Colombia persona de pelo rubio (acepción nº. 3) o referente al pelo rubio (acepción n.º 4).

Y para qué nos sirven los sinónimos te estarás preguntando ahora mismo. Pues fundamentalmente evitan la monotonía al prevenir el uso excesivo de un mismo término y pueden añadir también un valor estético al discurso literario.

Los sinónimos son útiles al momento de redactar un texto para evitar la repetición de una misma palabra o expresión sin faltar al sentido de lo que se quiere transmitir.

Esto es importante, sobre todo, al escribir textos en los que un término se vuelve muy frecuente. Al utilizar sinónimos, evitamos las reiteraciones de palabras y las redundancias, de modo que otorgamos mayor claridad y fluidez al mensaje escrito.

Además, la sinonimia es especialmente relevante en los textos literarios en general, donde cada palabra aporta un valor estético a la obra (la negrita es mía).

https://www.ejemplos.co/sinonimos

Según estas consideraciones tenemos varios tipos de sinónimos:

• Sinónimos totales o absolutos, aquellos en los que dos palabras significan exacta y rigurosamente lo mismo, en cualquiera que sea su contexto de aparición como oculista/oftalmólogo; marido/esposo; terminar/finalizar.

• Sinónimos parciales, aquellos en el que las palabras manifiestan una relación de proximidad o afinidad semántica relativa o incompleta y por lo tanto, solo es aplicable en determinados casos como humilde/pobre; amor/cariño; mujer/señora.

• Sinónimos referenciales. Son palabras que se utilizan para un mismo referente, aunque no signifiquen lo mismo de manera estricta como perro/guardián; café/bebida; librería/mueble.

Sinónimos connotativos. Es el uso como sinónimos de términos que han adquirido nuevos significados en el uso coloquial, dialectal o circunstancial aunque sus significados literales difieran. Lo vemos mejor con unos ejemplos: adherirse (a una idea o una fe)/abrazar (una idea/una fe); delgado/fideo; humillarse/arrastrarse.

Antónimos

Los antónimos son palabras de significado opuesto o contrario. Al igual que ocurre con los sinónimos, también encontramos diferentes tipos de antónimos.

• Antónimos graduales. Son palabras cuyo significado se opone , pero no de manera absoluta, ya que puede haber una gradación entre medias como negro/blanco (en medio encontramos la gama de tonalidades grises); frío/caliente (existen más términos que hacen referencia a la temperatura como helado, hirviente, etc.); día/noche (ya que existen también la aurora y el ocaso).

• Antónimos complementario. En este caso el significado de una palabra elimina la existencia de la otra porque son términos incompatibles. Es decir, afirmar la existencia de un término imposibilita la existencia del otro como vivo/muerto; casada/soltera; natural/artificial.

• Antónimos recíprocos. Consisten en aquellas palabras que necesitan tener un opuesto para tener sentido. como comprar/vender, entregar/recibir; pagar/cobrar.

Yo cuando tengo dudas con los significados de las palabras y con los sinónimos y antónimos suelo utilizar el diccionario de la RAE y el Wordreference.

Homónimos

Los homónimos son palabras de origen y significado diferentes, pero que se escriben o pronuncian de manera similar. En función de esta característica los llamamos:

• Homógrafos: se escriben igual aunque pueden variar en su pronunciación (aunque en español se suelen pronunciar también igual) como vino (del verbo venir)/vino (licor); nada (adverbio de cantidad)/nada (del verbo nadar); pila (bautismal)/pila (dispositivo que genera energía eléctrica).

• Homófonos: se pronuncian igual aunque pueden variar en su forma escrita como baca (soporte para el coche)/vaca (animal); bello/vello; votar/botar.

Parónimos

Los parónimos son palabras que tiene con otra una relación o semejanza, sea por su etimología o simplemente porque se parecen en su escritura o pronunciación (por lo que es fácil confundirlas), pero que tienen significado muy diferente como infligir (causar daño a alguien)/infringir (violar una norma o ley); actitud (disposición)/aptitud (inteligencia, capacidad para hacer algo); contornear (perfilar)/contonear (menear).

Palabras polisémicas

Si has tenido la paciencia de llegar hasta aquí, ánimo que ya falta poco

Las palabras polisémicas son aquellas que presentan varios significados como banco: entidad financiera o mueble para sentarse; bomba: artefacto explosivo o máquina para impulsar agua; cabo: grado militar, accidente geográfico o extremo de un hilo o cuerda.

Y ahora te estarás preguntando, entonces…

¿En qué se diferencian las palabras homónimas de las polisémicas?

Si es que parecen casi lo mismo, ¿no? Bien, hay una sutil pero importante diferencia entre ellas.

Esta diferencia la podemos ver a tres niveles:

• Escritura: en el caso de que las palabras se escribieran de manera diferente, tendríamos palabras (homónimas) homófonas (baca/vaca).

• Categoría gramatical: si la categoría gramatical de las dos palabras no coincide nos encontramos ante palabras (homónimas) homógrafas (nada (adverbio)/nada (verbo nadar).

• Etimología: origen etimológico de las palabra. Si el origen es el mismo, estamos hablando de palabras polisémicas. Si es diferente serán palabras (homónimas) homógrafas.

¿Y esto cómo lo puedes saber? Te voy a contar un truco muy cuqui. Cuando las buscas en el diccionario, si el origen etimológico es el mismo están en la misma entrada, mientras que si es diferente, aparecerán en entradas distintas. Volvamos a nuestros ejemplos

Palabra homógrafa: pila

Entrada 1

Palabra homógrafa: pila

Entrada 2

Palabra polisémica: cabo

Entrada 1

Y hasta aquí he llegado por hoy. Espero que no se te hay hecho demasiado largo.

Los guerreros mueren de pie

Hoy hace años que falleció mi padre (24 si no me he descontado). Aunque es una herida cicatrizada y apenas duele, todavía me hormiguea cuando se acerca esta fecha. Los primeros años le dediqué muchos poemas, ahora hace tiempo que no le escribo nada, pero no quería dejar pasar el día de hoy sin publicar este soneto, que fue el primero que escribí en su memoria. ¡Por ti, papá!

Mis padres en el día de su boda

Gastado por el trabajo y la vida,        

pero siempre tan erguido y tan recio,           

te veo como soldado viejo           

mostrando antiguas heridas.      

     

Tú nunca supiste de horas perdidas           

y a tu derrota pusiste buen precio           

y aunque a veces mostrabas mal genio           

los que te rodeaban te querían.           

De entre todos, tú solamente           

tuviste la suficiente lucidez           

para ver el final de tu camino

           

y asumiste sin vacilar el destino           

traspasando ese umbral de misterio            

hacia lo desconocido que es la muerte

Evolución

Estamos es un escenario preapocalítico

Hace tiempo que vengo pensado que vivimos en un escenario preapocalíptico. De que como especie y como sociedad nos vamos a la m.. no me cabe ninguna duda. Puede que sea dentro cien años, cincuenta o mañana mismo. Los sucesos de ayer no hacen sino reforzarme en esa creencia. En 2017 el mudo ya sufrió un ataque cibernético a gran escala con un malware que me inspiró este relato.

Evolución

Por primera vez su autoridad sería puesta en duda

Aquella tarde se presentaba difícil. Por primera vez su autoridad sería puesta a prueba en un caso complicado. Tan complicado para Astrid, la Gran Maestra de entonces, como el que el propio Remigio protagonizó siendo todavía un muchacho imberbe. Le asomó una sonrisa melancólica al recordar aquella otra tarde tan lejana en la que tuvo que comparecer ante ella. Entonces, su osadía juvenil le dio la fuerza necesaria para sostener la mirada escrutadora de aquella increíble mujer. En un primer momento no comprendió por qué se estaba mostrando tan severa con él. Ella lo observó con el semblante pétreo, reflejo de un rigor que juzgó excesivo para lo que en aquel momento a él tan solo le parecía una levísima falta. Al presentar aquel proyecto en la evaluación de ciencias no se imaginó ni por un momento que iba a desatar semejante revuelo. Desde luego, tampoco que sería su propio profesor quien, lejos de compartir su entusiasmo ante aquel ingenio electrónico, lo denunciaría ante la máxima autoridad de Concordia.

Astrid hizo un leve gesto con la cabeza y Remigio trató entonces de explicarse:

—Gran Maestra, mi intención solo era hacer la vida más sencilla a mis conciudadanos, mejorar las comunicaciones, ir en aras del progreso…

—¿Progreso, dices? —le interrumpió ella—. ¿No sabes que si esta tecnología endiablada está proscrita en Concordia desde el principio de los tiempos es por un buen motivo? ¿Acaso faltaste a la escuela el día que tocaba esa lección?

—No señora, no falté. No soy un ignorante: conocía la prohibición. Pero nunca entendí las verdaderas razones. Jamás nos las explicaron —repuso con cierta insolencia.

Se limitó a negar con la cabeza

Astrid no replicó. Se limitó a negar con la cabeza con gesto de preocupación. Ajeno a sus cavilaciones, Remigio prosiguió con su alegato:

 —¿Sabe cómo podría evolucionar el mundo con mi invento? ¿Se imagina lo que significaría poder hablar con personas que están a cientos, a miles de kilómetros? Nadie volvería a sentirse solo. El padre hablaría con el hijo, la esposa con el marido, el hermano con la hermana, el amigo con la amiga sin importar dónde se encontrasen cada uno de ellos. Y todo eso sin contar con el impulso que se podría dar a los avances científicos…

La Gran Maestra le permitió continuar con sus argumentos todavía un poco más.

—Estoy seguro de que mi invento permitiría un avance mucho más rápido en todos los campos del conocimiento. Los grupos de estudio podrían coordinarse mucho mejor al compartir  sus experiencias. No como ahora, que cada uno investiga sin tener en cuenta al resto. Eso, por no hablar de la medicina…

Creyó que la habría impresionado

Creyó que la había impresionado con aquella retahíla de nobles intenciones, porque advirtió cómo el rictus de Astrid se relajaba. Sin embargo, las palabras que la mujer pronunció a reglón seguido dejaron claro que no había cambiado de parecer con respecto a aquel artilugio.

—Eres joven y atrevido. Te crees que lo sabes todo. Hoy, sin embargo, te voy a enseñar algo que desconoces y que espero que te haga reconsiderar tu actitud. Pero antes de mostrarte nada me tienes que hacer una promesa: todo lo que veas y oigas a partir de este momento debe quedar en secreto. En Concordia muy pocos están  preparados para lo que tú estás a punto de descubrir. ¿Tengo tu palabra?

—Juro por mi honor que no faltaré a esta promesa —contestó Remigio desconcertado por lo que parecía una muestra de confianza más que el correctivo que esperaba.

—Creo que ahora mismo sobrevaloras tu honor —dijo la mujer sin perder un ápice de la seriedad que la caracterizaba—. Eres apenas un púber y aún nos has pasado tu ceremonia de iniciación.

Por la memoria de las heroínas y de los héroes

—Entonces, por la memoria de las heroínas y los héroes fundadores de Concordia: prometo guardar silencio sobre todo aquello que hoy me sea revelado.

La Gran Maestra pareció satisfecha con aquella respuesta. Le pidió que se sentara, accionó un mecanismo y sobre la blanca pared de la sala comenzaron a proyectarse las imágenes de un mundo antiguo y desconocido. Una voz masculina que procedía de  ningún sitio y de todos a la vez narraba los hechos.

—Siéntete un privilegiado —le dijo Astrid nada más comenzar la proyección—.  Este documento gráfico está reservado tan solo a los Grandes Maestros. Desde la fundación de Concordia eres el primer ciudadano corriente al que se le ha concedido acceso.

Las imágenes se iban sucediendo

Las imágenes se iban sucediendo sin solución de continuidad. Al principio Remigio vio lo que parecía una ciudad próspera. Los edificios eran muy bonitos y altos, mucho más que cualquiera de los que él conocía. La gente bullía en las calles y en apariencia se la veía feliz. Eran hombres y mujeres de todas las edades, bien vestidos, con aspecto de estar sanos y bien alimentados. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que apenas interactuaban  entre ellos. Muchos, casi todos los que tenían edad suficiente para hacerlo, caminaban al mismo tiempo que miraban un aparato extraordinariamente parecido al de su reciente invención. También unas especies de habitaciones rodantes, que Astrid denominó vehículos, circulaban por la parte central de la avenida —por filas ordenadas y en ambos sentidos—, mientras que los laterales se reservaban para aquellos que iban a pie.

Remigio pudo ver la misma ciudad devastada

La acción continuó avanzando y Remigio pudo ver al cabo de un tiempo la misma ciudad devastada y desierta. En el centro de la calle estaban muchas de aquellas habitaciones rodantes abandonadas a su suerte, oxidadas por la acción del tiempo y la intemperie, como si hubieran  dejado de funcionar todas a la vez y la gente se hubiese marchado de allí a la desesperada. Apenas un grupo de niños desharrapados y famélicos, sin ningún adulto al cargo, deambulaba entre las ruinas de los edificios. La proyección acabó y la imagen quedó congelada en la pared.

—Gran Maestra Astrid, no estoy muy seguro de lo que acabo de ver —dijo Remigio desolado y perplejo ante aquella visión apocalíptica.

Astrid señaló a uno de los niños, al que parecía de mayor edad.

Él fue Ciro, nuestro primer Gran Maestro

—¡Fíjate bien, Remigio! Él fue Ciro, nuestro primer Gran Maestro. Construyó Concordia desde los cimientos, partiendo de cero, ya que de la civilización de sus mayores no quedó nada. Entonces la humanidad era muy soberbia. Había una gran prosperidad. La ciencia y las comunicaciones progresaban muy deprisa, demasiado… La tecnología se enseñoreó de todo. Esos dispositivos que has visto en manos de todo el mundo estaban interconectados entre sí y a su vez con en una especie de burbuja del conocimiento. La gente dejó de leer, de estudiar. Permitieron que los libros se pudrieran en las bibliotecas. No necesitaban memorizar nada: sus aparatos lo hacían por ellos.

—Pero eso en sí no es malo. Seguro que trabajaban menos que nosotros, que no tenían que perder tiempo en realizar tareas tediosas y podrían entregarse a actividades más nobles: la filosofía, el arte… ¿Qué sé yo?

Aquello era un mundo de fantasía

—¿De veras lo crees? ¿Y si te digo que aquello ero un mundo de fantasía, una especie de castillo en el aire que no podía durar mucho? Ya lo ves, hoy en Concordia no queda ni rastro de aquello.

—Puedo preguntar a la Gran Maestra qué fue lo que pasó.

—Puedes y debes, querido Remigio. Puedes y debes… —apostilló Astrid con el semblante entristecido—. Nuestros antepasados fueron muy descuidados a la hora de proteger su forma de vida, que era altamente vulnerable como quedó luego demostrado.

—¿Me quiere decir que la sociedad de nuestros ancestros quedó destruida por una especie de accidente?

¿Un accidente?

—No exactamente, Remigio. Aquella sociedad del pasado era muy avanzada en lo tecnológico, pero muy poco en lo humano. No era para nada igualitaria y mientras en algunas zonas del planeta se nadaba en la abundancia, en otras se pasaba mucha necesidad, incluso hambre. Como enseñamos en la escuela, las desigualdades generan conflictos y cuando un conflicto se radicaliza los contendientes no atienden a razones, solamente quieren imponerse a toda costa al bando contrario. Y eso fue lo que pasó. El almacenamiento de datos de aquella sociedad no contaba con la adecuada protección. No parecía que fuese necesario, puesto que servía tanto a unos como a otros. Era impensable que nadie lo boicoteara de manera intencionada, ya que el bienestar de todos dependía de él. Gobernaba toda la organización social, económica, sanitaria y científica. Pero entonces sucedió lo inimaginable: una facción lo atacó y lo destruyó de la noche a la mañana originando un caos global. Sin acceso a la burbuja del conocimiento nada funcionaba. Los edificios automatizados se volvieron hostiles para sus habitantes, los suministros de agua y energía se cortaron, los vehículos se detuvieron, los hospitales se colapsaron y el acceso a los alimentos se volvió primero difícil y más tarde imposible. Al principio confiaron pacientes en que sería cuestión de horas, luego de días, finalmente de semanas y conforme se fueron percatando de aquello era el fin de una era, muchos, que no querían enfrentarse a lo que la vida les iba a deparar en el futuro, optaron por el suicidio.

¿Suicidio?

—¿Suicidio…? ¿Esa acción antinatural que consiste en quitarse la propia vida? ¿Pero cómo? ¿Tan poco apego le tenían?

—En realidad tenían más apego a su civilización que a la vida misma. Quedó patente cuando los suicidios en masa se produjeron a lo largo y ancho del planeta. Sin embargo, no todos los hicieron: muchos trataron de resistir, especialmente los niños, que tenían más desarrollado el instinto de supervivencia.

—¡Vaya! Parece que a esa facción el tema se les fue de las manos.

—Exacto, Remigio, se les fue de las manos y aquello acarreó unas consecuencias terroríficas. Fue una época oscura. Hubo muchos crímenes horrendos: los humanos nos volvemos bestias despiadadas cuando nos arrebatan lo más elemental, nos volvemos como alimañas. Ciro se crió en aquel ambiente nefasto pero se daba cuenta de que tenía que hacer algo, tomar alguna medida para que nuestra raza pudiera pervivir. Por suerte, ya desde niño contaba con un carisma especial, fue un líder nato —puntualizó Astrid con vehemencia—. Reclutó a todos cuantos pudo para su causa, en su mayoría niños y jóvenes que habían quedado huérfanos como él. Se encargó de convertirlos en un ejército para el bien y juntos establecieron los cimientos de Concordia: son nuestros héroes y heroínas y merecen veneración por ello. Lograron una sociedad mejor que aquella de la que provenían. En Concordia hay libertad, hay equidad, hay justicia, hay bienestar. Lo único prohibido son los dispositivos electrónicos como el que tú has inventado. ¿Comprendes ahora por qué nuestra supervivencia como pueblo depende de su destrucción?

Remigio se dio por vencido

Remigio se dio por vencido. Profundamente consternado comprendió que la Gran Maestra tenía razón y le dio de manera voluntaria aquella máquina que tantas y tantas horas de sueño le había costado para que la destruyera. Había sido un necio al creerse más inteligente que nadie. Se avergonzaba por haber puesto en peligro a su pueblo de una manera tan frívola. La Gran Maestra Astrid pareció leerle el pensamiento:

—No te sientas mal. Solo los mejores son capaces de explorar por sí mismos el camino. Sin curiosidad no hay progreso…

—Creía que estaba en contra de él.

El progreso nos gusta

—No te confundas, Remigio, el progreso nos gusta, lo deseamos. Pero tiene que ser cabal, servir para hacernos mejores como sociedad y como individuos. El progreso que nos esclaviza o que explota a una parte de la sociedad en beneficio de otra no es progreso, es retroceso. Al Consejo y a los Grandes Maestros especialmente nos toca velar para que no se produzcan estas distorsiones que darían al traste con nuestros anhelos más nobles, nunca lo olvides… En eso consiste la evolución

Ella supo hacerle reflexionar

Evolución, evolución… En la mente de Remigio quedó flotando el eco aquellas sabias palabra pronunciadas por su antecesora. Ella supo hacerle reflexionar y devolverle al buen camino. Pero después de varias décadas, la historia se repetía: una joven inquieta había vuelto a poner en peligro aquella comunidad próspera y pacifica denominada Concordia. Y le tocaba a él, como Gran Maestro, atajar aquella amenaza. Solo esperaba persuadir a la intrépida muchacha con el mismo acierto que Astrid lo hizo con él tantos años atrás. Era su único deseo.

Desmitificando el amor romántico

(o Romeo y Julieta 2.0)

Mil emociones asaltaban a Julieta, a cuál de todas más poderosa. Rabia, despecho, tal vez tristeza. Todas ellas pugnaban por asomar tras esa máscara de mujer digna que se había colocado para la ocasión.

—Ay, Romeo, ¿cómo has podido hacerme esto? Engañarme con Rosalina—le reprochó—. ¿Cómo habéis podido los dos? —apostilló indignada, tratando todavía de sobreponerse a la situación—. Confiaba en vosotros y me habéis traicionado. Ni te imaginas cómo me siento  ahora mismo. Es que os haría picadillo si pudiera…

—Entiendo que estés molesta, pero te aseguro que es lo que parece. Quiero decir que no es lo que parece…. —se corrigió sobre la marcha.

Sabía que Julieta no se creería aquella patraña, pero en el fondo se sentía aliviado por que al fin se hubiera enterado de todo. Llevaba semanas estresado por tener que mentir a diestro y siniestro para mantener a las dos mujeres engañadas.

¡¿Molesta?! ¿No se te ocurre otra cosa mejor que decirme?

—¡¿Molesta?! ¿No se te ocurre otra cosa mejor que decirme? —Soltó una carcajada histérica que heló la sangre a Romeo—. De modo que me apartas de mi familia, me obligas a renunciar a mi trabajo, a mis ilusiones. Controlas mis amistades, mis horarios, hasta la ropa que me pongo. Como una tonta, por amor he ido concediéndote todo este poder sobre mí. Y me acabas de poner los cuernos con mi prima, esa que te había despreciado y por la que la que andabas llorando por los rincones cuando te conocí. Si como quien dice tuve que recoger tus pedacitos y recomponerte hasta que conseguiste ser de nuevo un hombre. ¿Y así me lo pagas?

Entonces Julieta se plantó delante de Romeo, con la mirada firme, fija en la de él y dijo:

–¿Sabes qué? Que sí, que tienes razón estoy molesta, pero también harta, desencantada y asqueada de ti. Pero después de todo, te estoy agradecida por abrirme los ojos, aunque haya sido de esta manera tan brutal. Mejor hoy que dentro de veinte años. Me merezco a alguien mejor que tú, que me quiera tal y como soy, que no quiera cortarme las alas. Esta casa ha sido una jaula para mí, pero a partir de ahora voy a volar libre. En cuanto me vaya podrás meter a la guarra de Rosalina.

Julieta abrió el armario y se puso de puntillas para alcanzar la maleta

Julieta abrió el armario y se puso de puntillas para alcanzar la maleta del altillo. Después empezó a toda prisa y de manera un tanto desordenada a meter su ropa mientras Romeo la miraba sin dar crédito a su reacción. Ella siempre se había comportado de manera insegura. Era esa Julieta dulce y apocada, también sumisa, por la que se había sentido atraído. Pero ahora la veía con una fuerza que quizás siempre había estado ahí, pero que él desconocía y que le hacía parecer todavía más deseable ante sus ojos. Pensó que lo de Rosalina no había sido más que un pasatiempo. El hecho de que por fin hubiera caído rendida sus pies era una mera compensación por los desdenes del pasado, pero nunca había pretendido ir en serio con ella, era con Julieta con quien quería estar, por quien lo había arriesgado todo y no podía dejar que se marchara. No, no podía. Era suya, la había conquistado. Se la había ganado a pulso. Además, enfadada esta tan guapa. Nunca lo había pensado…

Julieta cerró a duras penas la maleta llena hasta cas rebosar y mientras se disponía a salir del piso dándole la espalda a Romeo dijo:

—No pienso volver a esta casa nunca más. Ya enviaré a alguien a por lo que falta.

Romeo no quería dejar escaparla, era su chica, su mujer trofeo, su mejor conquista

Romeo no quería dejarla escapar, era su chica, su mujer trofeo, su mejor conquista, de modo que la agarró por detrás para intentar detenerla. Ella se dio la vuelta intentando zafarse de aquel abrazo indeseado, pero Romeo era más fuerte. Julieta se defendió con uñas y dientes y en un momento dado le asestó a Romeo un certero bocado en medio de la cara. Él, al notar cómo la sangre le corría mejilla abajo, sintió cómo su juicio se  nublaba por un instante y de una embestida la tiró por las escaleras. Julieta y la maleta fueron rodando en un inmenso estrépito hasta el  rellano, donde quedó inerte con el cuello quebrado, los ojos vacíos y un hilillo de sangre asomando por la comisura de los labios. Romeo la miró con impotencia y supo al instante que la mala suerte había querido que la caída resultara fatal. «¿Qué has hecho, figura? ¿Era esto lo que querías? No, seguro que no… ¿Y ahora qué, imbécil. ¡Vaya manera de joderte la vida, de joder la vida de los dos!». Entones, presa de la desesperación o tal vez de la cobardía, nunca nadie llegaría a saberlo, fue a buscar la escopeta de caza, aquella de la que tantas veces Julieta le había rogado que se desprendiera, se sentó junto al cuerpo inerte de la que en vida había sido su amantísima novia y se descerrajó un disparo en el pecho.

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